Archivos Mensuales: febrero 2015

Te escribo por cobarde y sin voz.

[…. Te escribo porque a veces hablarte no me resulta fácil. Me mirás y me desarmo por entera. En vez de decirte lo que quiero decir, me callo la bocay me llamo a silencio. Te escribo porque, definitivamente, lo mio son las palabras escritas. Con un hilo, sin hilar, con o sin sentido: es la única forma de la que me puedo explicar. Te escribo por cobarde, miedosa, sensiblona y poco cuerda. Te escribo para no mirarte, por si te llego a lastimar (más), para no hacerle frente a tu ceño fruncido, a tus ojos queriendo esconder lo que sentís. Lo hago para no tener que afrontar que tenemos que hablar y, sobretodo, para no dejarme llevar por las ganas de tu abrazo.

Me siento acá a escribirte porque ya no duermo. Me paso horas sentada en mi cama, jugando con la luz, buscando en libros un personaje que me enamore para, así, desenamorarme un poquito de vos. Pero pasan los días, los libros, las hojas y los hombres de papel y sigo acá: comparandote y viendote ganar cada vez. Quizás porque te extraño. Quizás porque tu abrazo calma toda tempestad. Cuando no estás los demonios atacan fuerte, sin descanso, y ahora que te fuiste podrás imaginar porque no duermo. Y porque, al final, siempre triunfás conmigo.

Te sigo escribiendo porque ya no puedo comer. Descubrí el por qué unos días después de la última vez que nos vimos: antes, más que nada, comía para vos. Era cómo un triunfo chiquito, una alegría que me gustaba regalarte. Era cómo decirte: mirá, me arreglé, ahora ingiero comida sin problemas. Fueron tantas las veces que te hice chistes con mi peso, con vos dejandome de querer por gorda, que al final te cansaste. Y eso, claro, fue mi culpa. Usé cada bocado como un triunfo. Me gané a mi misma cada vez que no me quise por no ser lo suficiente para vos, me llené la pansa aún cuando sentía que no debía. Use todo el tiempo posible para ser perfecta para vos. Eso también fue mi culpa: entre chistes mal hechos y almuerzos comidos, no pude ver que quizás vos no me querías perfecta. Si no tan sólo yo. Tal vez me querías imperfecta.

Ojalá no te moleste que siga escribieno, pero lo sigo haciendo porque debo aceptar la realidad: todo fue mi culpa. Me quise volver transparente, dejé a la vista todos mis miedos y cicatrices, y llegado el momento vos te cansaste de no ver ningún color en mí. Y eso está bien, te prometo que sí. No tendrías que haber soportado tanto. Te llené de silencios, de penas ajenas, de promesas sin cumplir. Te llené de momentos perdidos, de llantos desconsolados, de palabras que no tendría que haber dicho. Te llené de mis miedos, mis inseguridades, de errores, de libros y palabras de amor. Pero nada, ni lo bueno ni lo malo, alcanzó: y eso fue culpa mía.

Sigo acá, escribiendote, porque no sé hablar. No sé pedirte con la voz que peleés por mí. Qué luches contra mis quilombos y me sigas queriendo a pesar de todo. Para que dejes de lado el silencio y hagas lo que yo no puedo hacer: hablar. Para que me abraces, me saques la culpa y me liberes el alma de tanto desamor que yo misma me causé. Para que me perdones, me sigas amando, me quieras así de complicada, llena de pesadillas. Para que me elijas en el silencio y en el llanto desconsolado de no saber qué me pasa. Para que ganes mi batalla, me salves del quilombo y me vuelvas a querer tan imperfecta.

Te escribo para que me disculpes la cobardía de no poder decirlo en voz alta.

Pero acá estoy, cómo mejor sé, amando en palabras.

Ojalá, en todo este quilombo, eligieses leerme.

Mientras tanto acá sigo, escribiendote.  ]

(mail-)

De: Alma.

Para: Mandala.

Buenos aires, 09 de febrero de 2015.-

No sé muy bien por qué te estoy escribiendo. Sé que te dije que te iba a dar tiempo, para que lo proceses, para que te sientas mejor. Nunca supe dártelo, por toda esa creencia de que el tiempo no existe… pero conociéndome tanto estoy re segura de que sabes que me creo lo del tiempo solo para apurar las cosas a mí al rededor. No sé esperar, que se yo.  Supongo que te escribo porque nunca te deje en claro todo lo que pensaba, solamente te deje gritar y gritar e irte sola. Estuve mal, ya lo sé. No tendría que haberte dejado ir. Saberlo me está matando, tendría que haberme ido con vos. O no, y al menos te tendría que haber dicho lo que pensaba, lo que me parecía. Pero soy tan cagona que te miro a los ojos y no puedo decirte nada, me da miedo hacerte algo. No puedo mirarte a la cara y decirte que sos una cobarde, porqué no sabría cómo vas a reaccionar y tus reacciones siempre me lastiman. Así que por acá te puedo decir todo: sos una cobarde. No te animaste a sentir y mira cómo terminaste. Sintiendo más que todos, rota en mil pedazos. Cobarde porqué no te jugaste por nada y después te terminaron jugando a vos. Sabes lo que es ver cómo te rompés una y otra vez? Seguís sin aprender a pelear y yo no puedo seguir peleando tus batallas. Creo que también por eso me quede callada hoy, porque no soporto que siempre termino llenándome de cortes yo por salir a pelear por vos. No puedo seguir salvándote, ya no.

Te escribo por acá también porque a veces sos demasiado complicada y no se te entiende lo que querés decir. Entonces yo no termino de entender de qué hablamos, cambiamos la conversación a cualquier lado, y no decimos lo que tenemos que decir. Alguna vez vamos a tener que hablar de lo que somos, de dónde estamos, a dónde queremos ir. Vamos a tener que poner las cartas sobre la mesa y decirnos a la cara todo  eso que vamos guardando. Cada bronca, cada comentario mal hecho, cada silencio que hicimos porqué nos daba miedo lastimarnos, sólo por el hecho de que ser amigas nos parecía más importante que el bienestar de la otra. Cada odio escondido, cada mirada de reproche, todas esas veces que nos perdimos solamente porque nos daba pánico encontrarnos. Somos amigas. Más que eso. Somos hermanas, y no debería pasarnos esto. Nunca, jamás.

Te miro a los ojos y sé que abajo de todo eso seguís estando vos. Estás ahí, estoy re segura. Debajo del miedo, de la inseguridad, de todo esto que te esta corrocionando, estás. Y me duele todavía más porque siento que me ves y no te das cuenta. Me pasas de largo. Cómo si no nos conociéramos. Cómo si escondernos cosas es mejor que contarlas porque así no nos lastimamos más. Vos sabes que lastimarme no me pueden lastimar más. Deja de cuidarme de un mal que no pasa, porque no podés cuidarme para siempre, tengo que cuidarme solita. Además no podemos jugar más a ese juego perverso de yo te cuido vos me cuidas. Tenemos que dejar de creernos la salvación de la otra, porque cuando llegue el momento de tener que salvarnos a nosotras mismas no vamos a saber qué carajo hacer, mamita.

No sé qué hago escribiéndote todavía, la verdad. Supongo que tengo mucho miedo de que desaparezcas. Que te vayas lejos como siempre quisiste, dejándome acá sola. No se funcionar sola, amiga, no sé hacerlo sin vos. Yo también soy cobarde. Soy la más cobarde de todas.

Cuando me dijiste a los gritos que yo no podía decir nada porque no sabía amar medio supe que no iba a poder contestarte nada. Lo pensé un montón y sé que porqué lo decís. No sé amar como corresponde, no sé jugar ese juego idiota de dejarse querer tampoco. Amo en los libros y en las palabras, pero nunca supe cómo hacer para hacerlo de las hojas para afuera. Me enamoro a fondo de un personaje, hasta el punto de que me duele, y después sufro por no tenerlo. Igual, no hacía falta que me lo grites en la cara. Podías decírmelo tranquila, marcármelo cómo hace la gente normal. Que vos, justamente vos, me digas que no sé amar me hizo dar cuenta que quizá si lo sé pero no lo hago de la forma correcta. Aprendí a amar a los tropezones y me salía solo en los libros, así que no sé muy bien que hago pero al menos lo intento. Y a vos, mi amiga cobarde, es lo que te falta: intentarlo.

No voy a escribirte más porque hacerlo lo único que logra es que quiera llorar y abrazarte. Y a vos, chabona, nunca te gustaron los abrazos. Siempre dijiste que presentía las cosas, de alguna forma media rara, y este tiempo lo que más presiento es que te voy a extrañar. No sé cómo, cuándo ni porqué, pero ya saberlo de antemano me rompe un poquito por dentro. Por eso lo que más quiero es curarme. Aprender a curarme, a amarme y así sanar de alguna forma. Hay una perversa parte de mí que cree que si aprendo a sanarme a mi misma voy a saber cómo sanarte a vos. Van a pasar los miles de años por delante nuestro y siempre voy a pensar en la forma de volver a construirte. Porque para eso estamos acá, supongo.

No pienso escribirte más. Pienso en que sea lo que tenga que ser ojalá lo seamos juntas. Codo a codo, amiga.

No seas más cobarde, y jugatela toda de una buena vez.

Alma.»